En el centro de la ciudad de Panamá hay ríos, algunos están compuestos en su mayoría por quebradas que aparecen en recovecos metidos en lo que hace mucho fue un matorral. Más de uno atraviesa la ciudad anuentes de su destino en el pacífico. Ríos como los que visitamos al escapar de la ciudad y sus quehaceres, para conectarnos con la naturaleza respirando su aire fresco, mientras cocinamos chorizos en barbacoa con música a todo volumen, por supuesto y sin lugar a dudas, dejando tapas, botellas, latas, cartuchos, toallas sanitarias y todo tipo de creaciones materiales de nuestra invención; estas son nuestras humildes ofrendas a la naturaleza.

Nos resulta fácil consumir sin pensar en los recursos que se utilizan para crear los productos que nos venden, -¿de dónde provienen? O ¿por qué perduran después de su uso?- lo que nos hace aún más difícil pensar en el destino de cada desecho que generamos en el acto del consumo. Objetos que reflejan nuestro comportamiento pero que no son observados.

¿Qué estamos alimentando?
El concepto de contaminación no es asimilado ni siquiera en las peores condiciones, donde el consumo desenfrenado está por encima de la salud, dejando una tierra malgastada donde deja de crecer vida. Con tal de que el objeto -la basura- ya no esté en nuestro espacio personal, todo bien, puede coexistir a nuestro alrededor donde alguien más se encargue de “eso”; y es así como ríos enteros se llenan de neveras, aceite de cocina usado, baterías y llantas de todo tipo de vehículo. Un catálogo de marcas impresas en bolsas de plástico que dejamos como rastro de nuestro delirio.

¿Llevas la cuenta de cuántos residuos produces en un mes? ¿Una semana? ¿Un día?
Algo en nosotros es insaciable, algunos le llaman ansiedad, otros apetito, necesidad, costumbre o gusto. “Eso” que quiero beber está dentro de una botella, “eso” en las bolsas dentro de una caja, “eso” envuelto por mi marca favorita. Hay fábricas enteras consumiendo luz, generando una huella de carbono, empleando personas y produciendo productos para ti. Tú que justificas su existencia.

La gaseosa es bebida esencial en la mesa, comemos lechuga de estados unidos y salsas de china, eliminamos el 99.9% de las bacterias en casa, contenemos a nuestros hijos con un teléfono móvil y el internet es la mitad de la vida. El mundo ahora está preparado para nuestra sed.

Un delirio se disfraza de necesidad y compra. 15 años después es más difícil encontrar esa necesidad, el recurso se limita, sube su precio. 15 años después el recurso se agota, la necesidad exige, así que se recurre al detrimento de la materia para mantener el delirio. Las cosas dejan de ser lo que eran "antes”, se hacen efímeras. Como la impresora que compraste más barata pero se dañó rápido, y como es más barato comprar otra igual que arreglar la dañada, la tiras. Se la das como ofrenda al demonio.

El río Matasnillo, es el segundo río más contaminado del país, después del río Curundú. Sus niveles de toxicidad están quinientas veces por encima del límite, y es la contaminación por desechos y residuos químicos. Nace en medio de la ciudad, en el corregimiento de Bethania y se dirige hacia la Bahía de Panamá cruzando por un área industrial. Esas fábricas que producen tu desinfectante son las que lo infectan. Llega transformado en otra cosa, en un demonio que se adentra al mar.
Ojalá nunca nos toque pedirle una gota como favor.
Las ilustraciones fueron realizadas en papel tornasol hecho en casa y agua con pH alterado.
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Lee este artículo de Luis Burón-Barahona en La Prensa (2016) sobre el Río Matasnillo:
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